“Quizás las cosas si puedan cambiar” me dije tirada en el sofá viendo la
lluvia caer. Todo cambiar al fin y al cabo. Dependen las decisiones que
tomemos, las acciones que realicemos.
Pequeños gestos pueden generar sucesos inesperados. O el destino. ¿Creía
yo en él? Supongo que podría escribir párrafos enteros sobre el destino, pero
probablemente la mayoría sería preguntas.
Es imposible para mí cuestionarme ciertas cosas.
Como porque un día que parecía ser fresco y luminoso, de repente se
torno gris, oscuro. O como una persona aparentemente cálida puede transformase
en un ser distante.
Quizás, las cosas si puedan cambiar. Me repetí al notar que la lluvia
cesaba.
Una pequeña planta puede transformarse en un gran árbol.
Lo que a veces son solo sueños, un día aquellos sueños nos abrazan, se
convierten en parte de uno y de pronto son realidad.
El otoño vuela, la primavera llega.
Perdemos un ser amado, pero los recuerdos hermosos palpitan en nuestra
memoria.
Tal vez, con cada perdida una parte de nosotros desaparezca y muera.
Es en aquel entonces donde la oscuridad nos envuelve, espontáneamente
algo nos ilumina.
Pero no seamos esclavos del destino.
Que él sea nuestro cómplice. Manipulémoslo.
Porque solo de aquella forma nuestra vida puede cambiar.
El simple hecho de creer que estamos predestinados a ser o hacer tal
cosa probablemente nos impida tener otra perspectiva de la vida.
Lo más seguro es que el amor de nuestra vida este esperándonos en la
línea del tiempo, o que el trabajo ideal llegue tarde o tempano.
Aunque también pienso que no amamos una sola vez en la vida.
Aquello que parecía ser ideal, puede que realmente no lo sea. Que aquel
trabajo se convierta en una obligación; o la pasión se esfume.
No todo es ideal, no todo es perfecto y mucho menos estático.
¿Elegimos quién queremos ser?
Yo más bien dejaría que todo fluya.
¿Para qué determinarnos o etiquetarnos?
Si, al final, evidentemente; todo cambia.
María Teresa Ciocchi
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